viernes, 10 de abril de 2009

Reunión familiar: ¡Qué bonita forma de reforzar lazos familiares!

Hoy es viernes santo (bueno, no tan hoy, son ya las dos de la mañana); así que toca comida familiar. No es que no me guste pasar un rato con mis mayores y eso, pero es que todo un día es una ardua tarea. Acabo teniendo la cara como plastificada, al tener que aguantar tanto tiempo la sonrisilla educada. Además, tengo que darle dos besos a todo el mundo. Nada más entrar por la puerta: ¡Ñaca! Tour turístico por las mejillas de abuelos, abuelas, tías, tíos, primos, primas, sobrinos, sobrinas, parientes, amigos, desconocidos... Termino con los labios resecos y la sensación de haberme pasado la tarde chupando sal. Otra sensación imponente a la que enfrentarme nada más entrar por la puerta es la forzosa asimilación de olores. ¡Que alguien traiga un inhibidor de perfumes, por favor! Y encima, te quedas con la peste a pachuli, nenuco, aftershave, egoist de channel y crema anti-arrugas después de dar los dos besos, que todo el mundo sabe que esos olores son 'cariñosos' y se van con cualquiera que se les acerque a menos de metro y medio.

Pero bueno, no todo son cosas malas: Hay cosas horribles. No lo sé, pero para mí, lo más temido en este tipo de 'reuniones' son las conversaciones. Porque ¿De qué se habla cuando hay una diferencia de edad de, cómo mínimo, cuarenta años? Depende del sexo. Si eres un tío, te salvas y hablas de fútbol, de baloncesto o cualquier deporte. Vale que la conversación no sea lo más sustancioso del mundo, pero oye, te enteras del algo. En mi caso, al ser mujer lo tengo más crudo. No me entero del deporte, así que no puedo huir hacia esas conversaciones. ¿Y de qué se habla? Pues de lo ***** que es XXXX, que ha hecho o ha dejado de hacer YYYY, cuando QQQQ nosequé. Es absolutamente mortal, porque encima no puedo poner cara de pócker, que me tachan de antisocial, antipática, arisca y mil cosas más. Que no es que me importe, pero al ser familia es mejor tenerlos contentos. Así que opto por poner cara de interés, asentir de vez en cuando, y mantener la tan odiada para mí sonrisilla de educación. Cuando ya no hay a quién poner a parir, y por fin crees que tu pesadilla ha acabado, hacen café. Yo casi siempre lo evito, no quisiera estar más despierta y ser más consciente de lo tostón del día. El empanamiento está bien hasta cierto punto. Y bueno, viene la conversación incómoda por excelencia. ¿Y tú niña, qué quieres ser de mayor? Pues no quiero ser senil, señora.
Menos mal que al final es sólo un día, la comida de la abuela siempre está rica (no sé cómo lo hace, pero sus papas con mojo, ¡Jarl! le quitan el juicio a cualquiera), y en el fondo les tengo cariño.


¡Ya sé qué quiero ser de mayor, cómo Rex!

(perdón por la atrocidad photoshopera, pero se me da pena, y tampoco le he cogido la vuelta a pintar con tableta xD ¡A joerse!)


PD.:¿Se ha notado mucho la mala leche que gasto hoy? Espero que no ;3

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